miércoles, septiembre 20, 2006

ALATRISTE: COMO UN CUADRO BARROCO

A los que nos gusta la historia nunca nos viene mal apasionarnos leyendo una novela histórica o viendo una película histórica, sobre todo cuando está bien hecha y te queda la impresión de que se ha retratado fielmente el período histórico en que se desarrollaba la acción.
Algo así me ha ocurrido con Alatriste.


Me gustaba Pérez-Reverte. Siempre lo he considerado un gran narrador de batallas, un gran conocedor de las técnicas militares y del arte de las guerras de todos los tiempos, como tuve a bien comprobar con El húsar y más tarde con El maestro de esgrima. Fue mi escritor favorito durante mucho tiempo. Cada vez que leía un libro suyo me daba la impresión de que Pérez-Reverte conocía el tema como la palma de su mano (El Club Dumas, La tabla de Flandes…) y eso era un revulsivo a la hora de decidirme por sus obras, siempre tan bien documentadas.

Sin embargo, todo en esta vida tiene sus más y sus menos. Después de leer La piel del tambor y La Reina del Sur (supongo que esperaba otra cosa) lo arrinconé por un tiempo y tardé en engancharme de nuevo, esta vez con la serie del Capitán Alatriste.

Aunque ya había leído novelas ambientadas en esa misma época (Decidnos, ¿quién mató al conde? y Por ver mi estrella María, ambas de Néstor Luján, editadas por Plaza y Janés), me interesaba el Siglo de Oro y fue una suerte conocerlo de mano de unos personajes imaginarios tan sugerentes y con tantas posibilidades que convivían con otros que existieron realmente (Felipe IV, el conde-duque de Olivares, Quevedo, Carlos, príncipe de Gales, el duque de Buckingham, …), de manera que me convertí en asidua lectora de las aventuras de Alatriste publicadas por la Editorial Alfaguara: El Capitán Alatriste, Limpieza de Sangre, El Sol de Breda, El oro del rey y El caballero del jubón amarillo.

Saber que iban a adaptarse sus cinco novelas para rodar una de las mayores producciones cinematográficas españolas hasta el momento (con un presupuesto de más de 24 millones de euros y producida por Universal Pictures) picó mi curiosidad, más que nada por saber qué historias se contarían o, en su caso, cómo se resolvería el problema de enlazar las cinco publicadas. Sin embargo, saber que sería Viggo Mortensen el protagonista fue la guinda; teniendo en cuenta que he ido tres veces al cine para ver cada parte de El señor de los anillos, no podría pensar en un actor más idóneo para el papel de un soldado del tercio español, con el rostro de haber vivido mil batallas; cansado, pero no vencido; un soldado que nunca deja de serlo, lo es al principio, en el sitio de Breda, al final, en la batalla de Rocroi, y durante toda la película, cuando no es sino un mercenario que trabaja por dinero pero que no deja de lado el honor.

Viggo está genial, a pesar del choque que supone escuchar el sonido de su propia voz hablando en castellano. No te gusta al principio, pero luego piensas que es la que corresponde a un personaje “parco en palabras”, ronca y contundente.

Genial está también Juan Echanove en su papel de Quevedo. Lo recrea francamente bien (aunque “No queda más que batirse”), con esa forma de caminar tan peculiar y esos “quevedos” tan bien puestos. Si tuviera que decidirme por otro actor elegiría a Eduard Fernández (Sebastián Copons, el amigo de Diego Alatriste); es uno de mis favoritos, desde que hacía series para TV3.

A mí, el guión de Agustín Díaz Yanes me parece redondo (aunque te deja la duda de cómo y con qué material se va a hacer la segunda parte que se está deseando ver) y no deja lugar a dudas ni su gran trabajo como director ni su formación como historiador. Con la colaboración de un equipo técnico de grandes profesionales, es increíble cómo ha conseguido ambientar de manera tan verosímil la España barroca del XVII, del inicio de la decadencia y del fin de su hegemonía política. Todo ello, conseguir la ambientación que retrate el Siglo de oro español, ha sido posible gracias al vestuario del equipo de Francesca Sartori, el maquillaje de José Luis Pérez, la dirección fotográfica de Francisco Femenía, la dirección artística de Benjamín Fernández, el montaje de las escenas de guerra de Bob Anderson, los miles de extras, la localización de unos exteriores perfectamente escogidos (hasta 97 localizaciones distintas),…

Y eso es lo que recuerdas cuando acaba la película: Que has estado viendo todo el tiempo una sucesión de cuadros de pintura barroca. No sólo por las obras de Velázquez (Se nos muestran claramente La rendición de Breda y El aguador de Sevilla, pero ¿cuántas secuencias nos recuerdan a Velázquez? Casi todas las que representan escenas de la vida popular y palaciega: los mendigos, los enanos y bufones, las meninas y las dueñas,… hasta Felipe IV de caza, o personajes vistos a lo lejos, enmarcados en los dinteles de las puertas), sino por aquellas secuencias en las que el claroscuro y el estudio de la luz son los protagonistas. La luz de las velas estratégicamente colocadas, la luz que entra por la ventana e ilumina la habitación en la que cada elemento está colocado, no por azar, sino como parte fundamental de la composición, como en un bodegón, como en una naturaleza muerta que crea contrastes, que hace resaltar colores, reflejos y sombras. Toda la película es eso: un gran cuadro del barroco español.

Para terminar, hacer referencia a la secuencia final de la batalla de Rocroi. A todos los que estábamos viendo la película nos extrañó escuchar una música que sonaba a paso de Semana Santa y luego averiguamos que, efectivamente, lo era. Es la marcha fúnebre de “La Madrugá”, compuesta por el coronel Abel Moreno para la Semana Santa de Sevilla. En este caso concreto, la música era la idónea, porque marcaba aún más si cabe la sensación de sacrificio de los hombres que constituían los Viejos Tercios y, evidentemente, su derrota y su muerte. Un acierto.

6 comentarios:

Fox dijo...

La crítica en general coincide en que la película es decepcionante...
Pero que quieres que te diga, a mi me ha encontado. Me ha parecido genial aunque no exenta de defectos.
Eres de los pocos que se ha dado cuenta de esas referencias a Velazquez en la fotografía, me alegro.
Si quieres puedes echar un vistazo a mi crítica en esta dirección:
http://theblogfox.blogspot.com/2006/09/alatriste-crtica-de-cine-y-crtica-de_02.html

Nos leemos
FOXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

Susana dijo...

Ya he leído tu crítica y los 20 comentarios que le siguen. ¡Hay que ver cómo está el patio!

Anónimo dijo...

El otro día fuí al cine...Menos mal que fuí al cine! Vi una maravillosa película que no puedo borrar de mi memoria aunque quisiera. Y digo esto, porque yo no voy a hacer sino una reflexión emocional, pues para críticas técnicas hay y muy buenas. Como digo, no puedo borrar de mi memoria la trama documental que alimenta la película. Voy a confesar, así, por lo bajo, que , al salir, sólo al salir, me pegué una inesperada llorera..Porqué? Pues no porque el final es triste, que lo es, no por el destino del protagonista, que se deja entrever con esa dramática ambiguedad..No. Me asaltaron las lágrimas y la congoja y la tristeza tremenda de haber visto un documento, que no leído, que es distinto, desgarrador, tristísimo , sangrante. Se me agolpa aún la sensación de pena por aquellos hombres que luchaban de aquella terrible manera. Tan bien queda la cosa retratada en la película que tiene la virtud de llegarte al alma...Todo, la mísera vida de Alatriste, a la vez que su esfuerzo por mantener la dignidad. El terror a la inquisición que vivieron aquellas personas, mejor que bien reflejado en el horrible suicidio del que se degolló antes que dejarse prender...En fin, el destino de aquella bellísima actriz, buenísima actriz, que como tantas otras, se han de mecer en mares inmundos...El frío de Quevedo, la realidad de Quevedo..El reduccionismo a lo que seguramente realmente fué el Madrid de aquellos durísimos años..algo de poca gente, de gente con miedo o enferma, con frio en el cuerpo y más frío en el alma.
Esta película no trata precisamente de deleites, ni es confortable ni cómoda de ver. Pero a mí me ha calado muy hondo y cada vez más, porque algo me dice que fué así, que la mayoría del tiempo fué así. Y cuando en sueños me alcanza , como a los niños, el terror de "malatesta", sólo me salva, eso sí, Viggo Mortensen y Alatriste, los dos. Porque ambos tienen una mirada que ayuda un momento a olvidar los horrores del siglo aquel y tambien los de este.

Aurora

iinma dijo...

me podrías explicar: claroscuro en la personalidad de Alatriste.??

Susana dijo...

Bueno, quizás me expliqué mal, pero cuando hablaba de claroscuro no me refería a Alatriste, sino al Barroco, el período artístico propio del momento histórico en el que se desarrolla la acción y también a los recursos utilizados por Díaz Yanes para plasmar ese período de la manera más efectista posible.

Anónimo dijo...

muy bien